miércoles, 15 de abril de 2009

Estamos leyendo: "El último encuentro" de Sándor Márai


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Estamos leyendo…………



“El último encuentro”,

de Sándor Márai


La intensa vida de Sándor Márai


LUIS FERNANDO MORENO CLAROS 12/11/2005 (EL PAIS)


El escritor húngaro fue un autor de éxito. Aunque en España sus obras sólo se han conocido desde la reciente publicación de El último encuentro, Márai fue un intelectual burgués y humanista que abandonó su país en 1948, huyendo del comunismo, para instalarse en Estados Unidos donde se suicidó. Esta biografía repasa su rica trayectoria.


El escritor húngaro Sándor Márai (1900-1989) goza en la actualidad de gran éxito en España. Sus novelas El último encuentro, La herencia de Eszter, Divorcio en Buda, El amante de Bolzano y La mujer justa, así como su autobiografía Confesiones de un burgués (todas en Salamandra), cautivan a un publico variado en virtud de algo que las caracteriza: la magia que sólo tiene la "gran literatura". De estructuras similares -extensas conversaciones y largos monólogos-, densas y cuajadas de pensamientos brillantes; teatrales, "psicológicas", de escasa acción y peripecia, y hasta de tono melodramático y sentimental, las novelas de Márai son, con todo ello, absorbentes y difíciles de soltar una vez que nos sumergimos en sus páginas y nos dejamos atrapar por sus meandros. Las palabras de sus personajes cautivan y seducen; tal como debieron de seducir las de su creador -así se atestigua- cuando hablaba en sociedad, pues solían ser pausadas y bien meditadas, incisivas, lúcidas e insoslayables. Aun así, voces críticas muy solventes opinan que en la mayor parte de estas celebradas novelas de Márai todo queda finalmente en fuego de artificio desvanecido en humo; no les falta razón, pero lo cierto es que el espectáculo es hermoso y nunca banal. Por otra parte, siempre permanece el aura y el recuerdo de ese ambiente que recrean, aquel mundo europeo de los años de entreguerras, mezcla de cosmopolitismo y grandiosa decadencia burguesa que, como en los relatos de Stefan Zweig, pertenece a una época que hoy nos parece elegante y romántica, un paraíso con cierto olor a podrido ya perdido para siempre.



En cuanto al retrato humano, Márai no fue un escritor aureolado por el "malditismo" ni tampoco un marginado social desconocido o un mártir político; al contrario, fue en general un señor cabal y mesurado, consciente de su ascendencia burguesa y dedicado en cuerpo y alma a la tarea que le gustaba y que sabía desempeñar a la perfección: la literaria. En ella volcaba su habilidad y su mucha sabiduría, nacida de la atenta observación de los sentimientos y las relaciones humanas. Desde muy joven -siempre fue mal estudiante por demasiado curioso y avispado- lo sedujeron la lectura y el periodismo. Su padre, un gran abogado de la ciudad húngara de Kaschau (hoy en Eslovaquia con el nombre de Kosice), le permitió salir al extranjero en cuanto tuvo edad de estudiar. Hasta los 23 años, cuando se casó con una mujer judía y de acaudalada familia burguesa, "Lola", a la que amó intensamente y con la que convivió hasta la muerte de ella, sesenta años después, Márai residió en Budapest y en varias ciudades alemanas (su lengua materna era el húngaro, pero dominó desde pequeño el alemán), Leipzig, Weimar, Múnich y Berlín, que fueron sus escuelas de vida y sabiduría. Allí pasó unos años de aprendizaje bohemio, entre escritores y cafés de artistas, ganándose el sustento con la escritura de artículos periodísticos, crónicas, prosas breves y poemas. Unos años en París, durante la dictadura de Horthy, lo hicieron popular en Hungría gracias a las crónicas que enviaba desde el extranjero. En los años treinta se estableció en Budapest y, obsesionado por el trabajo, comenzó a producir novela y teatro, de modo que en los cuarenta gozaba ya de fama extraordinaria, casi comparable a la de Thomas Mann o Stefan Zweig. Cada nueva obra suya era un éxito de ventas, se traducía a todos los idiomas cultos (incluso al castellano hubo traducciones tempranas que hoy son desconocidas). Márai disfrutaba de una vida acomodada, conducía un automóvil y vivía en una amplia y hermosa casa.



Cuando los nazis accedieron al poder en Alemania, el escritor húngaro fue uno de los primeros en oponerse abiertamente a Hitler con contundentes artículos. Enseguida vio lo que se le venía encima a Europa, por un lado, con Hitler y, por otro, con Stalin. Sin embargo, a él la crueldad de la guerra no le tocaría de lleno hasta 1945. Después de la invasión alemana de Hungría, frente a tantas atrocidades perpetradas por los invasores secundados por fascistas húngaros, Márai escribió en su diario: "De hecho, los alemanes son magos. Han acertado a realizar el milagro de que cualquier ser humano decente espere honestamente y lleno de anhelo a los rusos, a los bolcheviques que llegan como libertadores". Estos "libertadores" no se metieron con él de momento, dada su fama. Pero con la ocupación soviética de Hungría y con el establecimiento del régimen comunista, la estrella de Márai comenzó a declinar. Tachado pronto de escritor "decadente y burgués", aquel europeo individualista y cosmopolita, de ideales humanistas, jamás pudo plegarse a la uniformización colectivizada que aceptaban la mayoría de sus colegas, y en 1948 abandonó Hungría definitivamente para instalarse en Italia.


El desmoronamiento político y moral de su patria bajo el yugo comunista y la vida errante que llevó junto a su esposa durante las últimas décadas de su vida -terminaron instalándose en Norteamérica, en Nueva York y, finalmente, en San Diego- contribuyeron al aislamiento de Márai. Continuó escribiendo diarios y alguna otra novela, y gracias a sus colaboraciones radiofónicas con la emisora Radio Europa Libre su voz llegaba a menudo al otro lado del "telón de acero", pero la vejez y la pérdida paulatina de sus seres queridos minaron su espíritu hasta agotarlo por completo. Cambió el régimen en su país y Márai volvió a ser reconocido, recibiendo ofertas para regresar a la patria, pero ya era tarde. Se disparó un tiro en la cabeza en cuanto supo que ya sólo podría seguir viviendo ingresado en un hospital y dependiente del cuidado de otras personas. Poco después de su muerte caía en 1989 el muro de Berlín.



AMANTE DE BOLZANO, LA


CONFESIONES DE UN BURGUÉS


DIARIOS, 1984-1989


DIVORCIO EN BUDA


EXTRAÑA, LA


HERENCIA DE ESZTER, LA


HERMANA, LA


MUJER JUSTA, LA


ÚLTIMO ENCUENTRO, EL

TIERRA, TIERRA





SANDOR MARAI, ESCRIBIR HASTA MORIR

Javier Rioyo


Todavía recuerdo el placer lector que llegó con la publicación de El último encuentro, lo primero que leí de ese gran escritor, uno de los más tapados de esa generación espléndida que tuvo que huir de la barbarie de las dictaduras. Los fascismos, el comunismo, fueron crueles, ciegos, perseguidores con casi todos. Pero fue casi imposible que, salvo excepciones, desarrollaran con normalidad su obra. Hay muchos casos pero sin duda de los más llamativos fue el de Marai por la propia calidad de la obra. Desde hace años, gracias a "Salamandra"-¿quizá tengo que dar las gracias a Harry Portter?, pues se las doy, por Marai, Nemirovsky y por quién haga falta- hemos podido acercarnos al inteligente, complejo, culto e interesante universo de Marai. El de ficción y el que ha ido confesando en libros de memorias como Confesiones de un burgués.


Ahora se publica el último de sus diarios -y el primero que se traduce al español- el que va desde el año 1984 hasta el momento final de su vida. De una vida que terminó con 89 años y por su propio deseo. Un diario de los años finales hasta el día de su suicidio. Impresionante y nada complaciente lectura, anotaciones inteligentes de un hombre que está terminando su vida, que, además, está queriendo terminarla. Se ha muerto su mujer de toda una vida, llegan las enfermedades, se siente solo y además le gusta la soledad. Sigue escribiendo con sinceridad y libertad lo que piensa cada día, hasta el día final.


Unos meses antes de morir, en 20 agosto de 1988, anota:


"Vida social. Vienen a verme curiosos que me miran como si fuera un perro políglota en un teatro de variedades. La vejez convertida en espectáculo: Mirad- dicen-, todavía no se babea; todavía sabe hablar, sabe contar hasta tres, ¡y a su edad! Es un milagro. Se asoman al pozo de la vejez. Todavía no saben que el viejo prefiere la soledad porque es lo único que no le aburre"


Unos días después sigue escribiendo. Se queja de su poca vista, de su incapacidad para andar. No bebe casi nada, fuma diez cigarrillos diarios, no se acuerda del sexo ni en sueños, hace relecturas, olvida cosas, recuerda la elegancia del cuerpo de su mujer. "No protesto por la muerte, pero no deseo nada morir."


Unos meses después, en el principio del año 89. El quince de enero hace un escrito a mano, el único no escrito a máquina en sus diarios:


"Estoy esperando el llamamiento a filas; no me doy prisa, pero tampoco quiero aplazar nada por culpa de mis dudas. Ha llegado la hora."


Unos días después envía una carta de despedida a su editor. Y el día 21 de Febrero de 1989 termina con su vida de un disparo en la cabeza. Sus cenizas se esparcieron por el mar según sus deseos.


[Publicado el 18/11/2008, Blog de Javier Rioyo ]








SÁNDOR MÁRAI Y LA HERENCIA CENTROEUROPEA.

Por José María Lassalle Ruiz, 24 de marzo de 2001:

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SÁNDOR MÁRAI, ALGO MÁS QUE UN NOVELISTA BURGUÉS
Herme Cerezo:




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