YA TENEMOS GANADOR DEL
CONCURSO DE MICRORELATOS
LOS LIBROS DE
En el concurso de microrelatos convocado por la librería LOS LIBROS DE
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HÉROES DE PAPEL
Juan Manuel Sainz Peña
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No hubo juguetes en la mañana que cambió el mundo. Hubo, sí, la helada en el sur que volvió de cristal los coches aparcados en las calles. Se alfombraron los caminos y los aleros con la nieve caída en los paisajes del norte. Durmieron los niños acurrucados en los sueños de una Navidad que pronto sería un bosquejo en la memoria.
No hubo juguetes, no. Se cambiaron aquella noche las cajas grandes por los regalos pequeños; bajo el árbol adornado amanecieron libros con sus hojas preñadas de gentes, de aventuras y de tribulaciones. No hubo artilugios a pilas ni pantallas destellando con los disparos de un arma virtual.
En la mañana que cambió el mundo, los niños cabalgaron junto al hidalgo de
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Sandra Rubio:
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Aquella noche de navidad nevaba. Diminutas lágrimas heladas de un blanco pardo intenso, como si sangre y agua se hubieran fusionado en pequeños copos virulentos. Hacía frío. Me arrebujé en mi chaquetón, apretando el paso.
En lo alto del monte divisé una cabaña de madera. Se distinguían un par de farolillos y una ínfima luz lechosa que se derramaba por una de las ventanas amarillas. Me acerqué despacio, tenía las piernas entumecidas.
Pude ver a un hombre sentado en un butacón rojo. Estaba leyendo un libro con las tapas muy viejas. En el suelo, y sobre una alfombra india, un muchacho de mi edad se entretenía con un tren de otro siglo.
Di tres golpecitos en el cristal. El muchacho me miró.
- ¿Quién es? - preguntó mi otro yo a su padre.
- Es la nada, - respondió - que está mirándote a través de la ventana.
SIN TÍTULO
Lucia Balbas Rubiales
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Caminaba por la calle perdida en mis pensamientos, sobre el suelo yacía una pequeña capa de nieve que me hacía andar con cuidado para no caerme. De pronto, tropecé con algo, ¡era una estrella! La cogí con cuidado, alcé la vista hacia el inmenso árbol de navidad que estaba allí y vi. que no era de él. Me quedé muy extrañada, pero entré en el bar donde esperaba mi abuelo con la estrella en el bolsillo del abrigo. “¿Nos vamos, abuelo?”, Él asintió y salimos a la calle. “Ayer vi una estrella, debió aterrizar por aquí”. Reí su comentario, pero callé.
“Era la estrella de los Reyes Magos. Debería volver esta noche al cielo con un deseo”. Me encerré en mi cuarto, saqué la estrella del bolsillo. “Deseo… que esta navidad sea la mejor para todos”. Abrí las palmas y la estrella salió por la ventana mientras yo reía.
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